Para quienes amamos la creación fotográfica, a veces sentimos que la lente de la cámara se convierte en un separador entre el fotógrafo y el sujeto fotografiado. No fue éste el caso de mi experiencia con Eduardo Bergara Leumann.

Aunque la cámara cubría mi rostro, cuando lo enfocaba a él o buscaba captar ángulos originales de la Botica, su presencia resultaba continua, y la lente se convertía en un puente que hacía más intensa la comunicación en ese singular momento.

Las fotos que integran esta muestra tienen para mí el significado propio de una experiencia enriquecedora, que trasciende el tiempo y que me llevaron a programar esta exhibición, porque entendí que era muy apropiado compartir las facetas de un personaje poco convencional, pero siempre digno y majestuoso. Sea acompañando el retrato que le dedicara el maestro Berni o esculpiendo con su aguja - como artista consumado - un paño tejido, o disfrutando del hábitat incomparable que creó en su Botica, que constituía la síntesis perfecta de un poeta, de un hombre del teatro, de la música, del espectáculo y de la cultura argentinas.

Creo no exagerar si digo que sería más propio hablar del "Angel de la Botica" para rescatar por sobre toda su labor creativa, su calidad personal, su sensibilidad humana y su inagotable humorismo, tan rico como para proyectarlo sobre sí mismo.

Son éstos los rasgos que me impulsan a dedicarle esta exposición, como homenaje a un personaje de los que no abundan en la transparencia de la sociedad virtual.

Raquel Bigio