La presente instalación fotográfica con complementos alegóricos, está inspirada en la heroica y trágica existencia de Juana de Arco. Intento proyectar al presente rasgos de la historia que ella protagonizara, y demostrar su permanente vigencia.

Enfatizo su extraordinario misticismo, como motorizador de su pasión política a favor de Francia y en particular en pos de la coronación de Carlos vii.

La historia señala que Juana se lanzó a la acción ignorando los límites que le imponen a sus protagonistas, a lo largo de todos los tiempos, los juegos del poder. Nos muestra el precio que pagó nuestra heroína por tal ceguera: ser cruelmente abandonada por la política y condenada a morir en la hoguera, en nombre de la religión.

Como mujer de acción se convirtió en transgresora política y religiosa del paradigma imperante en su época, respecto al lugar que le correspondía a la mujer en ese mundo. Más allá de la tragedia, intento rescatar el valor y coraje que caracterizaron su corta existencia, que se eleva como un mensaje perenne propio de los que aceptan la muerte, antes que renunciar a sus ideales y convicciones. La natural lucidez de Juana de Arco evoca algunos rasgos del espíritu de un Sócrates; su fuerza es la de una humanidad que niega valor a la palabra felicidad, a menos que esté referida a las virtudes del alma.

Raquel Bigio.

El punto ciego

Es comúnmente conocida la existencia del punto ciego biológico, que se registra en la unión de la retina y el nervio óptico, y que nos impide ver a determinada distancia un punto de ostensible existencia física.

Ya en el plano cognitivo, los investigadores modernos, hablan analógicamente del punto ciego, para identificar la distorsión cognitiva que en ocasiones afecta al modo en que los humanos percibimos la realidad y que nos lleva a la imposibilidad de ver, aquello que no podemos ver que no vemos.

Es en este segundo sentido que hablamos del punto ciego de Juana de Arco.

Ella con las limitaciones de su juventud  y de su formación, y esencialmente su desconocimiento de los juegos de poder propios de la corte real, las relaciones internacionales y de las normas dictadas por la iglesia en defensa de la fe, se involucró en una epopeya personal inspirada en sus místicas escuchas, no pudiendo ver que esa actitud finalmente le costaría su propia vida.

Mark Twain en su novela sobre Juana dice : "los ojos corrientes sólo son capaces de ver la superficie de las cosas y de juzgar a través de ellas. Pero los ojos que de verdad ven, son los que profundizan y leen en el corazón y en el alma, descubriendo en ellos capacidades ocultas, que los ojos vulgares no logran descubrir. Sólo digo que el mayor genio militar fracasa cuando carece de ojos que ven..."

“… tenía ciertamente el poder de llevar a buen término lo que había emprendido. Su convicción y su coraje eran sobrehumanos. Eran de la categoría que no admite duda y no reconoce ningún obstáculo. Su fe absoluta era el secreto de su fuerza. Y eso no es lo mismo que proclamar que era un genio militar, como incluso ha proclamado tan cauto y experimentado jefe militar como el mariscal Foch… pero, si hemos de proclamar que era un genio, tenemos que hacerlo más globalmente y menos específicamente: tenemos que concederle que tenía el genio de la personalidad. No siendo más fácil de definir que el encanto o la belleza, en el caso de Juana podemos aproximarnos a una definición diciendo que esa energía que lo invadía todo manaba de la intensidad de sus convicciones internas. Esto es lo que elevó su valor psicológico como jefe tan por encima de su valor táctico o estratégico. Fue su determinación lo que la capacitó para animar a los hombres descorazonados y someter a los príncipes vacilantes a su voluntad.”

Vita Sackville-West “Juana de Arco”